Esta ciudad se agita purulenta.
En el nombre del padre
los del aroma caro
emplazan linchamiento
Y del hijo el asombro
al recibir el golpe.
Y el espíritu santo
varón o hembra solo
disfruta de la escena.
Todo esta consumado.
Cirqueros saltimbanquis charlatanes
Untado en la pared para que escurra el miedo.
El cirquero alambrista suspendido
sin red que lo proteja.
El baile de la bestia un dos tres
los dientes pelones.
Ni la sombra es murmullo.
En la pista central
cualquier esquina para escupir fuego.
Vamos a ver.
Una estopa
enredada
en la punta
de la vara
empapada
en petróleo
y el cerillo.
Ausencia de los cuerpos la vigilia
En la memoria quedan
los viajes por tu cuerpo
el menear de mi aliento
debajo de tu cuello.
tus ojos abiertos
en la frontera misma del deseo.
Ahora eso es pecado
y el tacto se guarda
de los ojos bestiales
que se esconden detrás
del suculento humo
de copal encendido.
El cruce de las calles escenario
Andantes y chóferes
en el alto detienen
saturada mirada
en la miseria.
El horario semilla se agiganta
Apenas sale el sol y las esquinas
se pueblan con la prisa
de llegar a la noche
con registro de entrada y de salida
otra vez a la esquina
donde para la ruta diecisiete
y alguna madrugada
se orino el hombre de corbata.
A esos hay que colgarlos del insomnio
Qué saben del poema
los hombres y señoras
que como nervio muerto
pasean sus corbatas
y tacones ruidosos
en andadores limpios
donde mujeres visten
muñecas con listones
y dicen en el idioma extraño
esta es mi casa
calle donde el hambre
no sabe si el decreto
se firma con una pluma fuente.